En 1886 se publicó La lira nueva antología prologada y escogida por José María Rivas Groot no se trataba de una antología más de poesía general sino de una selección de poetas vivos. David Jiménez P. y Monserrat Ordóñez nos dicen en Poesía finisecular (Historia de la poesía colombiana, Casa de Poesía Silva 2012) que lejos de proclamar la necesidad de una poesía basada en la búsqueda exclusiva de la belleza artística, Rivas Groot pretende reconciliar al poeta con su época, a través de un vasto programa de responsabilidades sociales incluido el deber de celebrar las conquistas de la ciencia moderna y los progresos de la civilización burguesa. 35 nuevos nombres aparecieron en la escena, románticos rezagados como Ismael Enrique Arciniegas, Carlos Arturo Torres y un Julio Flórez que aparecía por primera vez; y poetas que vislumbraban el paso a la poesía modernista, este es el caso de un joven José Asunción Silva que con 21 años de edad aparece incluido en este libro.
Esta publicación es el primer antecedente donde se encuentran reunidos varios poemas de Silva. Antes de ésta sus poemas se encontraban dispersos en páginas de periódicos y suplementos. En ésta apareció una primera versión de “Ars” titulada “Estrofas”, “Voz de marcha”, “El recluta”, “Resurrecciones”, “Obra humana”, “La calavera” «Estrellas fijas» y “A Diego Fallón”.
Compartimos con ustedes los poemas de José Asunción Silva que aparecieron reunidos en la La lira nueva, puede consultar el libro completo con la signatura topográfica: A861 / R381L
VOZ DE MARCHA A orillas de la senda de la vida, ya fatigado se sentó el mancebo, y murmuró con voz adolorida «Cansada el alma llevo. «Inútil es seguir, ruda la carga; de la existencia humana sólo brota honda tristeza, pertinaz y amarga, cual del laúd la nota. «No alumbra en el futuro luz de aurora, en lo más hondo el entusiasmo ha muerto, sólo eres, esperanza soñadora, miraje del desierto. «Ay! Y el amor y la amistad mentiras; como brumas vacilan las ideas, sólo tristeza y desaliento inspiras, vida, ¡maldita seas!» Renegó de virtud y de nobleza, y de pasado y porvenir maldijo, pero en el aire, entre la sombra espesa, oyó una voz que dijo: «Por más que traiga el viento tempestuoso entre las alas blanquecina escarcha, oíd del siglo el grito poderoso, oíd la voz de marcha. «¿Con que os cansó lo rudo del camino?, ¿conque está el corazón agonizante?... Pensad que sólo sois un peregrino... Y seguid adelante! «Al doblar los recodos del sendero la muchedumbre, en la primer cruzada, gritaba al ver un pueblo en el otero— —Jerusalén sagrada! «Cuántas veces, su engaño repetido, al apagarse el entusiasmo ardiente, al viento poderoso del olvido se doblegó su frente. «Cuántas veces volviera a su memoria de la patria el recuerdo cariñoso, huyera de ella la ambición de gloria y deseara el reposo! «Pero una tarde, tarde vislumbrada en místicos ensueños, de improviso contempló la ciudad santificada Por la pasión del Cristo! Seguid! seguid! Y si en la ruta umbrosa el paso os cierra levantado monte, subid hasta su cumbre tenebrosa y ved el horizonte! «Tal vez el porvenir guarde en su seno que hoy os parece lóbrego y oscuro, de claridades misteriosas lleno un rayo de luz puro. «Tal como son, hirvientes, las marinas aguas que pasman de temor al verlas, en el fondo, entre conchas nacarinas, guardan pálidas perlas! «¡Marchad! ¡Marchad! Y al fin de la partida torne un momento a confortar el alma el recuerdo feliz de una cumplida misión de paz y calma. «Mas si os cansó lo rudo del camino, y si está el corazón agonizante, pensad que sólo sois un peregrino... Y seguid adelante! «Pide el siglo potente y majestuoso, cuya voz, conmovida el alma escucha, quien lidie sin cansancio ni reposo del progreso en la lucha». Alzó el joven los miembros agitados, cual los del muerto ante el poder divino, y se limpió los ojos enturbiados y prosiguió el camino! El viento arriba murmuró querellas, rompió la luz los tenebrosos velos, y temblando, brillaron las estrellas en lo alto de los cielos! ESTRELLAS FIJAS Cuando ya de la vida el alma tenga, con el cuerpo, rota, y duerma en el sepulcro esa noche, más larga que las otras, mis ojos, que en recuerdo del infinito eterno de las cosas, guardaron sólo, como de un ensueño, la tibias luz de tus miradas hondas, al ir descomponiéndose entre la oscura fosa, verán, en lo ignorado de la muerte, tus ojos, ...destacándose en las sombras. EL RECLUTA Hasta que manos piadosas Algún sepulcro le dieron, Al bajar de la cañada Junto a las matas de helecho, Destrozada la cabeza Por una bala de rémington; Con la blusa de bayeta Y la camisa de lienzo, Un escapulario santo Colgado al huesoso cuello, Los pantalones de manta Manchados de barro fresco, Las rudas manos crispadas, Los ojos aún abiertos, Y la sangre, ya viscosa, Pegándole los cabellos, Estuvo toda la noche De aquel combate sangriento Abandonado el cadáver Del pobre recluta muerto. ¿Su nombre?... Un oscuro nombre... Dijunto Juan Abudelo, Cuando hablan de la campaña Lo nombran los compañeros... ¿Su madre?... Una pobre madre, Que en el rancho, al pie del cerro, Abandonada y estúpida Pasa los días inciertos. ¿Su vida?... una oscura vida, La vida vaga de un cuerpo, Que fue tranquila y sin odios Hasta en el cuartel infecto, Do penetrado de frío, Que le calaban los huesos Y que tiritar le hacía Bajo el bayetón deshecho, Conoció toda la angustia De largas noches sin sueño, Y de tristes soledades, El pobre recluta muerto. Los soldados que seguían En titánicos esfuerzos, De Egipto a los arenales Y de Rusia a los desiertos, Al hombre de ojos de águila Y de caprichos de hierro, Tenían tras el reñido Batallar, largo y supremo, En cada voz un halago, En cada mandato un premio. Mas del capitán Londoño, Que fue su jefe en el Cuerpo, Sólo conoció dos órdenes De detención y de cepo, Un planazo en las espaldas Y el modo de gritar —Juego!, Hasta la tarde en que, herido En el combate siniestro, Cayó, gritando ¡Adiós, mamá! El pobre recluta muerto. LA CALAVERA En el derruido muro De la huerta del convento. En un agujero oscuro Donde, al pasar, silba el viento, Y, como una dolorida Queja a las piedras arranca, Hay, en el fondo, escondida Una calavera blanca. De algún fraile soñador De vida ejemplar y bella Y dedicada al Señor, En el mundo única huella. Abre los ojos, sin fondo, Como a visiones extrañas, Y del vacío en lo hondo Forjan telas las arañas. Húmedo musgo grisoso Recubre la antigua grieta. Donde, en supremo reposo. Descansa ignorada y quieta. Pero hasta a aquella escondida Mansión la brisa ligera Lleva murmullos de vida Y olores de primavera. Golondrinas, que en sus marchas Dejaron el patrio río, Huyendo de las escarchas, De las brumas y del frío, Cuando la luz del Poniente Filtra por el hondo hueco Y hace parecer viviente El cráneo rígido y seco, Desde las negras ruinas, Alzan sosegado vuelo, En sus vueltas peregrinas Tocan las ramas y el suelo, Cuando buscando en el prado, Ya por la tarde, sombrío, El espíritu elevado Que habitó el cráneo vacío. A DIEGO FALLÓN Cuando de tus estancias sonoras Las solemnes imágenes. En los lejanos siglos venideros Ya no recuerde nadie; Cuando estén olvidados para siempre Tus versos adorables, Y un erudito, en sus estudios lentos, Descubra a Núñez de Arce, Aun hablarán, a espíritus que sueñen Las selvas seculares Que se llenan de nieblas y de sombras Al caer de la tarde. Tendrán vagos murmullos misteriosos El lago y los juncales, Nacerán los idilios Entre el musgo, a la sombra de los árboles, Y seguirá forjando sus poemas Naturaleza amante Que rima en una misma estrofa inmensa Los leves nidos y los hondos valles. RESURRECCIONES Como naturaleza, Cuna y sepulcro eterno de las cosas, El alma humana tiene ocultas fuerzas, silencios, luces, músicas y sombras;— Sobre una eterna esencia Pasos instables de caducas formas Y senos ignorados De la vida y la muerte se eslabonan. Nacen follajes húmedos De cuerpos descompuestos en las fosas, Adoraciones nuevas De los altares en las aras rotas! OBRA HUMANA En lo profundo de la selva añosa Donde una noche, al comenzar de Mayo, Tocó en la vieja enredadera hojosa De la pálida luna el primer rayo. Pocos meses después la luz de aurora, Del gas en la estación, iluminaba El paso de la audaz locomotora, Que en el carril durísimo cruzaba. Y en donde fuera en otro tiempo el nido, Albergue muelle del alado enjambre, Pasó por el espacio un escondido Telegrama de amor, por el alambre.