Hija de un funcionario español y de una dama tunjana. A los 18 años ingresó al Convento de Santa Clara, donde llegó a ser abadesa. Por orden de su confesor empezó a escribir sus íntimas experiencias en el libro Sentimientos espirituales (o afectos) en prosa, con versos intercalados, seguido del autobiográfico libro de su Vida. Los manuscritos permanecieron inéditos hasta después de su muerte. Las primeras ediciones fueron conocidas con estos largos títulos: Vida de la V.M. Francisca Josefa de la Concepción, religiosa del Convento de Santa Clara de la ciudad de Tunja en el nuevo Reyno de Granada. Escrita por ella misma de orden de sus confesores. (Filadelfia, U.S.A., 1817); Sentimientos espirituales de la venerable madre Francisca Josefa de la COncepción del Castillo (Santafé de Bogotá, 1843); Poesías de la reverenda madre Francisca Josefa del Castillo y Guevera no publicadas en los Sentimientos Espirituales —en la Historia de la literatura colombiana de Antonio Gómez Restrepo (1946).
Después de las primeras ediciones, estas obras quedaron en el olvido hasta cuando Vergara y Vergara la proclamó en 1867 como “el escritor más notable que poseemos: su estilo y su lenguaje la colocan al lado de Santa Teresa de Jesús, y hasta en las peripecias de su vida le fue parecida”. A su vez, Menéndez y Pelayo dice que “escribió en prosa digna de Santa Teresa un libro de Afectos espirituales, con versos intercalados, no tan buenos como la prosa, pero en un todo de la antigua escuela, y a veces imitados de los de la santa carmelitana”.
Néstor Madrid Malo dice que “También ha sido comparada la madre Castillo con sor Juana Inés de la Cruz, a cuya altura literaria no está en ningún momento nuestra monja, pero a cuyo lado merece figurar entre los grandes escritores coloniales de Latinoamérica. La granadina no conoció, ciertamente, las alturas líricas de la mexicana. Pero ésta no alcanzó en la prosa —y menos en la mística, que no cultivó— el grado de perfección de la tunjana”.
Rafael Maya conceptuó: “Su estilo es la transcripción fidelísima de su agitación interior. Estilo recargado en ocasiones de adornos, y siempre brillantísimo. No obstante su carácter habitualmente metafórico, pues la monja rehuye en cuanto le es posible la expresión directa de las cosas, para darnos su traslación simbólica, no es oscuro, sino profuso, ni barroco sino abigarrado. Pero es que en ella no hay alambicamientos, ni conceptismos, ni sutilezas, sino demasiada abundancia. Es laberíntica pero no intrincada; es profusa pero no enigmática; es enfática pero no hueca ni vanamente hinchada. Sus defectos no son extravíos del buen gusto ni aberraciones de la imaginación, sino mala administración de sus excesivos dones espirituales. Carecía de disciplina interior”.
Monseñor Rafael María Carrasquilla en su discurso de ingreso a la Academia, y en su respuesta José Manuel Marroquín, hicieron el primero y más importante estudio sobre la madre Castillo y establecieron el paralelo entre la monja boyacense y la santa de Ávila.
Y últimamente sor María Teresa Morales en su libro sobre la vida y la obra de sor Francisca Josefa dice: “Una humilde monja… legó a la posteridad, por obediencia, un extraordinario regalo espiritual”.
Texto extraído de Quién es quién en la poesía colombiana (Bogotá, 1998), de Rogelio Echavarría. Primera edición: Ministerio de Cultura – El Áncora Editores. Puede consultar este material en nuestra biblioteca con la signatura topográfica: R8861 / E132q T. I
Compartimos con ustedes una selección de la obra escrita de sor Francisca Josefa del Castillo y Guevara realizada por la escritora Elisa Mujica. El texto completo se puede consultar en la biblioteca con la signatura topográfica: 861.372 / C17m