Poesía al oído del lector: Aurelio Arturo


(La Unión, Nariño, 1906 – Bogotá, 1974)

El maestro Rafael Maya, quien acogió con raro entusiasmo los versos de Aurelio Arturo y los publicó
en la Crónica Literaria, que él dirigía en el periódico bogotano El País en 1932, dijo que «su poesía no se parecía a nada de cuanto se había escrito en Colombia hasta ese momento». Después de esporádicas apariciones en El Tiempo, en los cuadernos de Cántico y en la Revista de la Universidad Nacional, que dio a
conocer su poema fundamental, |Morada al Sur, en 1945, entregó en 1963 el libro de su vida con este mismo título y que fue, por cierto, el único que vieron publicado sus ojos. (Con |Morada al Sur comenzó Fernando Arbeláez, cuando fue director de Extensión Cultural del Ministerio de Educación, una colección inédita de poesía contemporánea colombiana, que incluyó |Los adioses de Ferrando Charry Lara y |Estoraques de Eduardo Cote Lamus. Quien sucedió a Arbeláez en el cargo, el mismo Aurelio, publicó enseguida los dos que completaron el «pentateuco» de Mito: |Canto llano de Fernando Arbeláez y |El transeúnte de Rogelio Echavarría. Estos autores, fuera del maestro Arturo, pero con el fundador de la revista, Jorge Gaitán Durán, con Álvaro Mutis y con Héctor Rojas Herazo, fueron los primeros poetas colombianos invitados a publicar en la revista y por ello son considerados ahora como el núcleo poético de Mito, aunque nunca hubieran constituido realmente un grupo). |Morada al Sur obtuvo inmediatamente el premio nacional de poesía «Guillermo Valencia», otorgado por la Academia Colombiana de la Lengua. Jaime Ibáñez, fundador de los cuadernos Cántico, dijo primero lo que después confirmaría la crítica: que «a Aurelio Arturo no se le puede leer sin
encantamiento». Arturo, como abogado, se desempeñó con su discreta dignidad característica en
cargos judiciales y llegó a ser magistrado de los tribunales superiores Militar y del Trabajo. En este ramo ocupó la secretaría general del Ministerio. Fue, así mismo, funcionario cultural de Colombia y de la embajada de los Estados Unidos y catedrático universitario de humanidades y antropología. Fundó y dirigió la radiorevista
literaria Voces del Mundo, donde estimuló generosamente a los jóvenes. Viajó a Estados Unidos y tradujo poesía especialmente de contemporáneos de habla inglesa. La nueva crítica ya está colocando a Aurelio Arturo en el sitial que le corresponde en nuestra lengua. En Argentina y en otros países ha sido objeto de reconocimientos excepcionales, en Venezuela publicó Monte Ávila la segunda edición de |Morada al Sur (1975) y en España, con motivo del V Centenario del Descubrimiento, se hizo una edición que, tal como la de Fernando Charry Lara (fueron los dos únicos privilegiados por el Instituto de Cooperación Iberoamericana), no se conoció ni, menos, se comentó en Colombia. Aquí póstumamente se han hecho reediciones de sus escasas poesías, añadiéndoles algunas inéditas, principalmente en |Obra e imagen (1977) y |Morada al Sur y otros poemas (1986 y 1992). Esos otros poemas, y algunos más que aparecieron con motivo de los diez años
de su deceso, entre ellos |Poemas inéditos (1995), no fueron incluidos por él en su único libro, ya que él quiso que fuera, como en realidad lo fue, depurado y perfecto, cerrado en su misterioso milagro, y así pasa a la historia y a la antología colombiana. Dos importantes estudios —de autores nariñenses— sobre su obra son los
libros |La poética de Aurelio Arturo; el festín de la palabra y de la vida (1991), por Ramiro Pabón Díaz y |El rumor de la otra orilla (1997), por Julio César Goyes Narváez. En 1989 había aparecido |Cuatro ensayos sobre la poesía de Arturo por William Ospina, Luis Darío Bernal, Lynn Arbeláez, Marco Fidel Chaves y Roberto Perry.
Cuando el maestro fue conducido a su última morada, el filósofo Danilo Cruz Vélez dijo: «Con la muerte de Aurelio Arturo… se hunde por segunda vez en la sombra la promesa de un poeta colombiano de significación universal. La primera vez fue en 1896, año en que muere Silva». Y uno de los mejores poetas y críticos de la
«generación sin nombre», Henry Luque Muñoz, afirma: «Arturo, situado por los piedracielistas al final de su nómina, como una especie de apéndice aleatorio, es hoy, ya tomada la suficiente distancia crítica, más importante con su breve obra… que no llega a exceder las 1.300 líneas, todas memorables, tanto por su eficacia lírica como por su repercusión en las nuevas generaciones, que todo lo escrito individual y colectivamente por el grupo de Piedra y Cielo».

  • Texto extraído de Quién es quién en la poesía colombiana (Bogotá, 1998), de Rogelio Echavarría. Primera edición: Ministerio de Cultura – El Áncora Editores. Puede consultar este material en nuestra biblioteca con la signatura topográfica: R8861 / E132q T. I

Compartimos un fragmento de Morada al sur en voz viva de Aurelio Arturo.